Y no se entienda por león a ese magnífico felino que puebla las sabanas de mi querida Kenya, no. Me refiero a esos febriles devoradores de páginas y más páginas de libros que entretienen sus ratos de ocio sumergidos en un sueño llamado novela. Por suerte, muchos componentes de esa extraña especie que nunca estará en peligro de extinción, durante estos últimos doce meses han tenido a bien dedicarme su tiempo a mí; una autora novata con más osadía que vergüenza. Incluso algunos